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Noticias Boedo - txt


Los guantes en la mochila. El bolso armado. “Es por dos meses, más o menos. ¿Vamos?”. Belén, cómplice, compañera de nido, se sube al vuelo del Cóndor. La continuidad no abunda en Godoy Cruz, la casa de siempre, exceptuando la transición migratoria en La Paternal. “Vamos”. Y fueron. Vuelo corto en avión de línea, aterrizaje, bienvenida express. Migliore es noticia. Cayó detenido. Boedo fue el set de SWAT. Y urgía de variantes en el banco. Y su alternativa fue él. Flacucho, bonachón. Espigado, buena onda. Toca aletear. Cóndor, vestido de Cuervo. Sale a la cancha. Copa Argentina, torneo conocido: ya lo había visto ser héroe. Pero esto era distinto. Debut bravo. 0-0. Inesperado. Rival avícola: un Gallo bravo. Y con un par de tapadas, las plumas negras del buzo sacan brillo. Reciben ovación. “Torriii… Torriii”. La vocal se estira. Se desgarra. Boedo avanza. Y no sólo en la Copa. Gana algo más que una instancia: gana a un arquero. Ibáñez o él. Y el club lo elige a él. Migliore está libre, pero rescinde. Y él se convierte en dueño de un arco en alquiler. No afloja. Sale a la cancha a laburar. Y en la semana, entrena. Practica. Un amigo, Mariano, lo pule el doble. Optómetra con orientación a arqueros leyenda. Sebastián se convierte en titular. Llega Cristian. Le gana el puesto. Y una tragedia futbolera, un gol disparatado y evitable, lo pone en duda. Y aparece el Cóndor. Y vuelve al arco para no dejarlo más. El Inicial ya está en marcha. Hay corrientes de aire de campeón. Hay que saber planearlas. El Cóndor más Cuervo del Mundo entiende la necesidad. Y toma carrera. Y sale a volar. Y le saca un penal a Chiqui Pérez impactante. Clásico, falta poco. Y el acierta. Llora el baby, que está por ver a papá campeón. Juanse tiene algunos días de vida, y como Juli, disfruta con el papi volador. Se acerca el día. Diciembre se hace larguísimo. Falta poco y mucho a la vez, un delay en la definición. Movimientos Viamontinos. Hace calor. ¿Se juega? ¿No se juega? El empate vale un título si los números cierran. Hay que ganar. Como sea. Con un gol con la mano, igual… Y algo así sucede. Dios a veces se pone los cortos. Otras tantas, los guantes. Y ahí está. Viendo bajar esa pelota que Allione ya quiere reventar contra el ángulo. Porque es gol. Seguro es gol. En la Matrix ya era gol, título de Vélez, Boedo en crisis… Pero Neo no conoce al Cóndor. El tiro es furibundo. Mercier cae de rodillas. Romagnoli estalla en llanto. 0-1. Lo vieron todos. Menos él… Un latigazo. Un ala que se estira, que empuja esa pelota hacia otro lado. Fuera, fush. Y mata esperanzas velezanas. Y renueva el fuego azulgrana. Manotazo histórico, cachetazo a la pelota y a los escépticos. San Lorenzo es campeón. Nido de cuervos y cóndores. San Juan y Boedo, él en cuero, celebrando lo inesperado. Y llamando a la familia: mañana hay que salir de raje para Roma. El vuelo ya es distinto: chárter, PlayStation, varias paradas, un destino: el Vaticano. El Papa espera la Copa. Se la entregarán las manos que le dieron el título. “Es la mano de Dios, eh”. Francisco bromea. Cuervo chicaneador. El Cóndor sonríe incrédulo. Pero hay más… Aunque el saldo ya da a favor. La carrera puede terminarse, él ya será elevado al nivel de ícono. Pero falta. Se viene la Libertadores. La hazaña pide próceres. Llega Bauza, el Libertador. El Cóndor arranca con problemas de estabilidad en el vuelo. Un 0-2 en el debut era inesperado. Pero él siempre fue un laburante. Pulió su salidas en los centros, ejercitó sus reflejos. Ya serían necesarios. Y vaya que sí. Idas y vueltas, un histórico 3-0, un pase a octavos, un delirio. Y toca el cuco. Hola Gremio. Chau Ciclón. Firmadísimo. 1-0 en la ida. Picardía de Mercier, golazo de Correa. A Belo Horizonte arriba. Y a rezar. Y el partido es 0-0. Trabado, trabajo. El Cóndor vuela rápido, Buffa le salva el nido con lo justo. Pero todo se acomoda… Hasta que un flechazo de lejos invita a todos a quedarse hasta los penales. Hará falta un milagro más, pues. El salta. Los guantes abajo. Otros, no los que le dejó al Papa. Francisco agarra la señal con delay. Patea un brasileño. Y la cara de Torri la saca. No siempre es necesaria una mano. Y parte otro tiro. Y ahí están los reflejos. Y el Cóndor vuelve a ser ídolo. Recibe oraciones, idolatría. Ya el arco es suyo. En Porto Alegre verá cómo una pelota pega en los dos palos antes de irse al córner. Ante Bolívar tomará mate de lejos, viendo cómo se dibuja un 5-0 histórico. Lo pelotearán un poco en Paraguay. Sufrirá de local… Y ganará la Copa. Dos títulos para volar a Marruecos. Para ir sumando penales tapados. Otra vez a Chiqui. Otro a Ayala. Dobletes, tripletes, piruetas para salvar al Ciclón en partidos que requieren de algo más que un cerrojo defensivo. El abraza a todos. Hasta que llega el día en el que él merece el abrazo. La vida a veces te pone a prueba. Te da batallas que nadie debería pelear. Se necesitan agallas para salir adelante. Y el Cóndor, carajo, fue para adelante. Boedo fue su familia. En su regreso, 40.000 arqueros le hicieron el aguante en las tribunas. El Cóndor faltó un par de partidos. Todo San Lorenzo lo cuidó, lo protegió. El mundo del fútbol lo apoyó. Y él voló. Otra vez. Con errores, pues, que es hombre y puede equivocarse. Hay que perdonar. Sobre todo cuando luego de un error, se multiplican aciertos. Como en Rafaela. Se necesitaban mil manos para sostener la clasificación a la Copa. Y las hubo. No hay forma de explicar las leyendas. La magia. El Cóndor, ese ave que mutó a Cuervo, es parte de la mitología azulgrana. Alabado sea. Gracias forever, Sebastián Torrico.


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